María Concepción Morán Portales


Desde que confirmé mi viaje a Viena, Austria, le pregunté a Jacqueline Becker si quería mandar algo para el Centro Viktor Frankl en Viena (Viktor Frankl Zentrum). Me contestó que tenía interés en mandar una carta para la Sra. Eleonore Frankl (esposa del Dr. Viktor Frankl), por lo que solicité una cita con ella, pero me contestaron que estarían de vacaciones. Aún así llevé la carta con la intención de enviarla por correo desde el hotel, o bien, para depositarla en el buzón de la casa de la Sra. Eleonore Frankl y tomarme una fotografía frente a la fachada.

El lunes 25 de julio de 2011 estando en Praga en una función del Teatro Negro con mi es­po­so, mi hijo y una de mis hijas;  mi hijo me avisó que recibió desde México un mensaje de parte de mi otra hija, donde le informaban que nos recibirían en Viena el lunes 1o. ó el martes 2 de agosto a las 16 hrs. Estaban esperando confirmación y sin pensarlo le dije que iríamos el lunes. No lo podía creer, qué regalo  ¡la Sra. Frankl me recibiría!

Llegado el día, mi esposo voló de regreso a México por cuestiones de trabajo.  Mis hijos y yo nos quedaríamos tres días más en Viena. Por la mañana fuimos al Belvedere y disfrutamos la  exposición de Gustav Klimt. Después nos dirigimos en metro al Centro Viktor Frankl. Llegamos 30 minutos antes de la cita. Caminamos un poco para conocer la zona. Miramos detenidamente las banderas de Austria en la fachada y una placa de bronce con el nombre del Dr. Viktor Frankl. Antes de tocar el timbre salió una dama alta de ojos azules que nos comentó que la señora Frankl  nos estaba esperando y se retiró. Nos abrieron después de tocar el timbre. Salió la señora Eleonore Frankl, la abracé y le agradecí por recibirnos. Le entregué la carta que Jacqueline Becker mandaba. Le mostré una fotografía tomada en México en un congreso de Logoterapia en la que aparece su nieto Alexander Frankl, Jacqueline Becker y las maestras del Instituto Especializado en Logoterapia. Le comenté a la Sra. Frankl que a Jacqueline le gustaría que le escribiera y me respondió que ella prefería llamarle por teléfono para hablar personalmente. También le enseñé una foto de mi familia. Después de verla se dirigió a mis hijos y les comentó que tener una familia es una gran fortaleza.

Mis hijos hablan inglés y pudieron conversar mucho con ella, también les dijo que le parecía muy bien que tuvieran una buena relación como hermanos. Nos contó que ella había tenido un solo hermano y nos mostró su fotografía, era un joven que logró sobrevivir a la guerra y terminada ésta, vivía con unos amigos en un departamento cuando un día irrumpieron soldados rusos y pensando que eran alemanes, les dispararon y los mataron.  Nos comentó que le encantaría volverlo a ver.

Le comenté que habíamos visitado el campo de concentración de Auschwitz, que nos sentíamos conmovidos y tristes por lo que allí había acontecido y que personalmente me hizo admirar en mayor medida al Dr. Viktor Frankl, dado que después de vivir ahí escribió sobre el sentido de la vida y siempre estuvo dispuesto a ayudar.

Nos comentó que conoció  al Dr. Viktor Frankl después de la guerra, en un hospital donde ella trabajaba de auxiliar de enfermería. Sólo durante dos semanas le habló del campo de concentración; después le pidió que no se hablara más sobre ese tema en su casa. Él siempre ayudaba a quien se lo pidiera, aún si eran alemanes. Nos dijo que nunca lo escuchó hablar con odio o rencor hacia ellos. También nos mencionó que ese departamento en un inicio lo compartieron con  17 personas que no tenían casa, hasta que cada quien encontró donde vivir.

Nos enseñó el escritorio del Dr. Frankl con sus cosas personales junto a su cama. Cuando él escribía no dormía y entonces ella prefería utilizar otra recámara. El Dr. Frankl siempre fue un hombre sencillo, sin apegos. Nos mostró los únicos dos objetos por los que sentía un especial cariño. El primero,  una pequeña escultura como de bronce de un hombre doliente porque decía que el hombre siempre estaba expuesto al sufrimiento. El segundo, un cuadro pintado de manera muy sencilla con algunos lápices de colores por su primo, quien también estuvo en el campo de concentración y en el que se ve al fondo la cámara de gas. La última vez que el primo vio a  su madre estaba formada para entrar ahí y pudo verla desde atrás de la cerca electrificada. Ella le mandó su última bendición. Al frente se ven varios ataúdes. En uno de ellos vio a su padre. Es un cuadro muy triste.

La señora Frankl también nos mostró su recámara. Sobre su cama hay un oso de peluche. Nos dijo que cuando fue niña era muy pobre y siempre tuvo deseos de tener un osito, pero no se lo pudieron comprar. En una ocasión le platicó esto a su nieto Alexander y a la siguiente visita él le regaló ese osito de peluche.

Nos llevó al Centro Viktor Frankl donde hay libreros de pared a pared que guardan los libros de Logoterapia traducidos a varios idiomas, también muchos reconocimientos, fotografías con grandes personalidades del mundo y muchos regalos.

Después nos invitó a la sala. Sobre la mesita de centro estaba listo jugo de manzana y un pequeño plato con chocolates. Me señaló la silla del Dr. Frankl y me dijo que yo podía sentarme ahí. Yo no lo podía creer. Continuamos platicando y nos comentó que cuando visitaron América les llamaba la atención lo efusivos que somos para saludar y despedirnos,  así como la costumbre de abrazarnos, pues allá son más  bien distantes.

Cuando vi el reloj habían pasado ¡dos horas! Era momento de despedirnos, le pedí un regalo más, una fotografía con ella, y estuvo de acuerdo.  Tomamos dos fotografías, una con una planta con grandes hojas verdes, que cuando se las dieron como regalo de bodas era muy pequeña y que con los años se hizo grande.  La otra, delante del óleo  con el rostro del Dr Frankl. Nos comentó que en varias ocasiones le han querido comprar el cuadro, pero que  no lo ha vendido porque su lugar es ahí.

Antes de salir, escribí una nota en su libro de visitas. La abracé nuevamente y le di las gracias. Mis hijos le dieron cortésmente la mano y ella les dijo que se despidieran, y entonces cada uno le dio un abrazo.

La nota decía: “Gracias a la Logoterapia, en México muchas personas han encontrado sentido a su vida. Gracias Ely por recibirnos, siempre estarás en nuestro corazón. ¡Que Dios te bendiga con toda tu familia!

María Concepción Morán Portales

Maestra del Instituto Especializado en Logoterapia S.C. 

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